Rio de Janeiro en la Copa del mundo
- Daniela Roa
- 17 sept 2020
- 12 Min. de lectura
Actualizado: 18 sept 2020
Abril de 2014.
Me encontraba en Pinamar, provincia de Buenos Aires, costa Argentina. Estaba en aquella localidad haciendo materias prácticas con la universidad. Era mi día libre en el apartamento por lo que se me dio por revisar mi correo personal y ¡Oh Sorpresa! había promoción para compra de tiquetes con millas de LAN. Entro, reviso y tenía exactamente la cantidad que necesitaba para irme casi un mes a Brasil, a Rio de Janeiro; justo en la época que el mundial de fútbol iba a ocurrir en ese país. Llamé de inmediato a mi hermana mayor, Andrea. Ella en ese momento vivía en Estados Unidos y estaba por llegar a Buenos Aires para visitarme por tres meses. Cuando la contacto le explico la situación "tan urgente" que estaba aconteciendo y le pregunto si está dispuesta a ir conmigo para allá. Ella no lo pensó dos veces y de inmediato me dijo que hiciera el canje y compra, que se pondría enseguida a ver pasajes para ir juntas. Así que así fue... volví a entrar a la página y en menos de dos horas moví las fichas necesarias para asegurar mi puesto en el avión con rumbo a Rio de Janeiro. Y ella al cabo de tres días ya tendría también su lugar.
Yo estaba feliz sin medida, no cabía en mi cabeza la forma como todos los deseos se cumplen. Yo había estado a finales de junio del año anterior en Perú y cuando ese paseo terminó decreté que el año siguiente sería Brasil. Aún así, verdaderamente nunca hice nada ni busqué información para que esto se llevara a cabo. En realidad se dio como si Dios y el universo hubiesen sacado un recordatorio para mi de lo que había pensado en 2013 y me dijeron, "¡pilas, ahí lo tienes!" por lo que yo hasta el día de hoy, veo ese viaje como un regalo de la vida y como un recordatorio de que siempre lo que deseamos de alguna manera se hace realidad. Estaba yendo a otro país en época de mundial por no más de 100 dólares.
Para hablar del viaje en sí debo comenzar diciendo que empezó en forma un 27 de junio de 2014, un viernes en la noche. Desde Buenos Aires nos disponíamos mi hermana y yo a pasar un par de semanas en aquella maravillosa ciudad de Brasil. Nuestro vuelo salía a las 5:30 am del 28 de junio desde el aeropuerto Internacional de Ezeiza hasta el Galeão de Rio de Janeiro. Como íbamos en plan reducción de costos al máximo decidimos tomar el colectivo "8" desde el centro de Buenos Aires en la plaza del congreso hasta el aeropuerto. Es importante decir que este transporte tarda alrededor de unas dos horas y media en llegar a su destino, y como saben, hay que estar entre dos y tres horas antes en el lugar de partida para vuelos internacionales; así que mi hermana y yo hicimos la cuenta y para las 12:30 am con 2ºC ya estábamos embarcándonos en nuestro amigo el "8" con nuestras pequeñas maletas. Viajamos por tres semanas y media con una valija de mano cada una. Yo casi me mato cuando el bus arrancó y todavía estaba de pie con mi equipaje. Mi hermana no paró de reírse y a mi no me quedó de otra que hacer lo mismo. Gracias a la vida que estoy aquí contando la historia jajaj.
Llegamos al aeropuerto congelándonos del frío pues en Ezeiza por lo menos estaba a unos 3º menos que en capital, pero sin inconvenientes finalmente. Pasamos por todos los filtros, sala de embarque y avión hasta que aterrizamos en nuestro destino final a eso de las 10 am hora local. En ese momento teníamos que tomar la decisión de cómo nos íbamos a ir donde nos hospedaríamos. Yo ya tenía tres niveles de portugués que había dado en la facultad por lo que mi hermana me estaba obligando a preguntar por instrucciones en el punto de información turística. Me aterroricé, en ese momento olvidé cualquier cosa que hubiese aprendido y me di cuenta que la chica hablaba español, por lo que enseguida le pregunté en mi lengua nativa. Andrea se dio cuenta y me regañó. De igual manera, ya yo había conseguido los datos que necesitaba sin problema y sin cabida a confusión.
Durante mi primer año en Buenos Aires viví en un apartamento que la dueña manejaba estilo pensión. Ahí entraba y salía muchísima gente hasta que finalmente llegó Bruno, un carioca que se quedaría y que después con el tiempo nos volveríamos amigos. Cuando el supo que iría a su ciudad de inmediato me dijo que tendría que quedarme en su casa y no en ningún otro sitio. Él no estaba ubicado en la zona sur, o zona turística, pero con un buen transporte llegaríamos y nos comunicaríamos sin problema, así que así fue. Nos dirigimos desde el Galeão hasta Praça Seca, un barrio en la zona Oeste de la localidad. Teníamos que tomar el BRT (algo parecido al transmilenio para los Colombianos o el metrobus para los Argentinos) que cuesta seis reales por persona y bajarnos en la estación "Tanque", de ahí estaríamos muy cerca caminando pero como no conocíamos la zona lo mejor era tomar un taxi que por alrededor de diez reales nos dejaría en la casa mi amigo Bruno. Mi hermana me obligó de nuevo a hablar en portugués con el taxista, esta vez si no tuve escapatoria.

Cuando llegamos a su casa estaba toda la familia. Veían el partido de fútbol Brasil-Chile. Todos cantaban sus barras y "torciam" por su equipo. Dejamos el equipaje, nos bañamos y enseguida le dijimos a Bruno que queríamos ir a ver el juego Colombia-Uruguay que tenía lugar esa tarde en el Maracaná. Él arregló con dos de sus primos que también iban al estadio para que nos fuéramos con ellos y finalmente así hicimos. Infortunadamente, por historias que si cuento aquí no termino, no pudimos entrar al lugar pero vimos el partido a sus afueras llenas y plenas de emoción. No hubo cabida a entristecernos aunque nuestros planes no salieran como lo habíamos pensado.
Felices por la clasificación de nuestro equipo volvimos muy cansadas a altas horas de la noche a la casa para ir a dormir, reponer energías y empezar a conocer nuestra nueva ciudad.
A la mañana siguiente, domingo, nos esperaba la mamá de mi amigo, Vania, o Chefia como le llaman de cariño. Nos despertó con el "Café da manhã" (el desayuno) para darnos toda la bienvenida oficial. Nos presentó a los tíos, primos, primitos más pequeños, hermana y hermano de Bruno y nos brindaron el "coco gelado"(coco frío) recién bajado de sus palmas. Fue el más rico que alguna vez me tomé. Recorrimos la casa completa y nos hizo saber que ahí vive toda la familia. El lugar desde la calle se ve como una vivienda normal, con puerta de madera para la entrada de personas y portón para los carros; pero al ingresar realmente es un terreno con muchas casas, y en cada una de ellas, vivían los familiares. Además con un largo patio común lleno de plantas donde podían hacer cualquier tipo de reunión.
Bruno había dejado la ciudad temprano en la mañana pero nos cedió sus llaves para que saliéramos y entráramos tranquilamente de su hogar según nuestros planes.
Esa mañana conocimos a Vanessa, una prima de Bruno de alrededor de 35 años que es profesora de geografía y que justo estaba de vacaciones en ese momento. Fue ella nuestra guía y compañía de cabecera durante toda nuestra estancia en la ciudad. En la tarde salimos a Ipanema y Copacabana. Nos llevó a la estación Gabriella, otra prima de Bruno, para tomar nuevamente el BRT, hacer transbordo en la terminal Alvorada y llegar finalmente a Zona Sur. Fue alrededor de una hora y media desde donde estábamos quedándonos. Un viaje nada corto pero definitivamente divino en todo su recorrido. El bus tenía una ruta donde andaba por una calle que ladeaba la montaña para bajar desde un punto más alto. Se veía todo el mar, las montañas, las lagunas, la selva tropical y la ciudad, todo lo que es Rio de Janeiro visto desde un mismo lugar y con la brisa en la cara que llegaba por la ventana mientras nos deleitábamos con nuestra hermosa vista.
Llegamos a la playa, nos tomamos una Caipirinha, más tarde un Açai y más tarde otra Caipirinha; ya estábamos y nos sentíamos en vacaciones. Caminamos por toda la costa, vimos el atardecer en la famosa Pedra Do Arpoador, bajamos a ver Capoeira y disfrutamos nuestra tarde por algunos de los lugares más conocidos de la ciudad, terminándola en el FIFA Fan Fest de Copacabana. Empezamos la vuelta a casa alrededor de las nueve de la noche y por tan sólo dos reales cada una, pero luego de una hora y 45 minutos de viaje en colectivo, llegamos a nuestro destino del momento.
Al día siguiente, a las diez de la mañana teníamos un freetour. Como no estábamos cerca del punto de partida decidimos tomar un taxi para llegar a tiempo sin tener que salir demasiado temprano. Luego de 70 reales y 45 minutos ya habíamos llegado. Recorrimos puntos importantes y emblemáticos como el centro de Rio, su Catedral, el barrio de Lapa, Teatro municipal, Cinelândia, Escadaria Selaron entre otros lugares. Ahí aprendí a decir gracias a lo carioca "valeu" y no "obrigada" como es en el portugués estándar. En la tarde nos encontramos con Vanessa, nos llevó a la Confeitaria Colombo, El barrio de Santa Teresa y otros sitios interesantes de la ciudad. Terminamos nuestra noche en un bar con algunos cuantos amigos nuevos que nos habíamos hecho gracias a Couchsurfing.
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Desde que llegamos teníamos claro que queríamos conocer y visitar el Cristo Redentor, el Pão de açucar y este tipo de sitios emblemáticos de Rio. Sin embargo, el clima no nos ayudaba, la ciudad estaba muy nublada esos días y con las vistas que tienes del lugar subiendo a esos atractivos no vale la pena ir para no poder ver nada. Tuvimos que esperar un par de días hasta que pudimos realizar esas excursiones por lo que mientras era posible decidimos conocer muchas partes de Rio que comúnmente no visita el turista.
El miércoles volvimos a visitar Lapa, de los barrios más bohemios, musicales y culturales de la ciudad. Entramos a "Quarta dos democráticos" para bailar Forró, un género musical y danza folclórica proveniente del nordeste de Brasil. Era como estar en la Troja en Barranquilla o la Maldita Milonga de San Telmo en Buenos Aires. Era vivir aquello de la manera más autóctona posible con parejos que nos enseñaban los pases para después dejarnos llevar por el ritmo.
Mi hermana y yo salimos mucho de fiesta. Conocimos mucha gente, bailamos Samba, tomamos "cerveja", caipirinhas; catamos varios tipos de Cachaça, bebida alcohólica del Brasil, fuimos a la playa, reímos y nos divertimos sin parar. Es que no sólo estábamos en Rio de Janeiro que es una ciudad maravillosa, estábamos ahí en la misma época en la que el mundial de fútbol acontecía en ese país. Era demasiada la energía y emoción que se respiraba por las calles en esos días.
Finalmente el clima pronosticaba un día soleado, nos fuimos a dormir la noche anterior a la casa de Vanessa, ella vive en Flamengo, un barrio mucho más céntrico que nos iba permitir estar temprano en Largo Do Machado, el punto de partida para subir en Van al Cristo Redentor. Compramos nuestra entrada a las ocho y media de la mañana por 48 reales en su momento y para las diez de la mañana ya tendríamos a la gran escultura de más de 30 metros al frente de nosotras. Ese día jugaba Brasil con Colombia y la ciudad parecía en carnavales. Cantidades enormes de gente caminando por la calle, con bocinas, gorros, caras pintadas, camisetas de futbol. Toda una vibra palpitante. Estando arriba conocimos a Jorge, un colombiano que había viajado sólo a la ciudad para el mundial y que no sabía con quien iba a ver el partido que se iba a jugar en la tarde, al igual que nosotras. Después que alucinamos con el Cristo y las vistas del corcovado bajamos nuevamente al centro, esta vez con Jorge, nos comimos unas "Coxinhas de Frango" para después dirigirnos al FIFA Fan Fest y ver el partido que estaba por empezar.
Al llegar a Copacabana ya no había espacio. Estaba todo muy lleno y revuelto por la emoción que el pueblo brasilero sentía al ver jugar a su equipo. Todo era amarillo. A mi me era difícil identificar un grupo de coterráneos para arrimarnos a ellos y vivir la emoción juntos pero finalmente encontramos un grupo de bolivianos, peruanos, argentinos y colombianos que apoyaban a nuestra selección y con ellos vimos el partido. Al Colombia desclasificar nosotras también perdimos una apuesta. Por lo que en medio de la decepción un chapuzón en el agua, no tan caliente de Rio, le tocó darse a Andrea mientras yo la esperaba afuera con sus cosas y todos nuestros nuevos amigos de momento que hicimos en el lugar. De ahí nos fuimos todos a Lapa a bailar Samba y hasta la madrugada del día siguiente llegamos a nuestra casa en Praça Seca.
Al día siguiente la familia de Bruno nos tenía entradas para ir a Portela, una de las escuelas de Samba mas antiguas y reconocidas de Rio de Janeiro, en el barrio de Madureira. Todos los primeros sábados del mes va un cantante reconocido y hacen fiesta. En esa ocasión nos tocó la fortuna de ver al gran Arlindo Cruz, unos de los máximos representantes de la Samba y el Pagode. Mi hermana y yo casi que no podíamos permanecer de pie por toda la fiesta que tuvimos el día anterior, aún así nos vestimos de azul y blanco, los colores de la escuela y allá estuvimos. Gracias a la vida éramos muy jóvenes y la resaca no dura más que un baño y un vaso de agua, fue un momento espectacular. Poder ver a todos los "Portelenses" orgullosos cantando su música me hacían sentir que necesitaba aprenderme todas las canciones para poder cantarlas con ellos. Un lugar tan único e indescriptible que cualquiera que vaya a Rio debe conocer.
Los siguientes días estuvimos por otras ciudades de la región de los lagos del estado de Rio de Janeiro, Saquarema, Maricá, Araruama. Aquí estaba Bruno. El ama nadar y surfear y este es el lugar perfecto para él. Fueron unos días de descanso, mar y sol en su casa del campo. Con él vimos el partido que eliminaría a Brasil frente a Alemania con un 1-7 y terminaríamos tomando un copo enorme y muy barato de açai -dos reales- para ayudarlo a "olvidar las penas".
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Cuando regresamos a la ciudad de Rio de Janeiro seguimos nuestra travesía. Comimos feijoada con farofa (la repetición en el restaurante era sin costo por lo que ingerimos mucha comida), fuimos otro día a un rodizio de carnes y también a un rodizio de pizza (este último me dejó muy mal del estómago haciéndome marchar corriendo de una de las tantas fiestas. Historia muy graciosa al final de cuentas)
Los últimos días visitamos el mercado popular de Madureira, el más grande de Brasil, donde hicimos nuestras respectivas compras de Havaianas, recuerdos y Chachaça para llevar de vuelta a Argentina. También estuvimos recorriendo el barrio de Recreio en Jacarepaguá y el Barra da Tijuca Shopping, el centro comercial más grande de latinoamérica. Conocimos praia Vermelha, Urca, el Pão de açucar, Leblon, Botafogo, Leme, Niteroi, Jardim Botânico, Lagoa, Méier, Rua Saara, entre otros sitios.
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A medida que fue pasando el tiempo desde que llegamos ya no me daba miedo hablar en portugués, al contrario, sentía que me fluía como si fuera una lengua que hablara hace muchos años. Mi hermana y yo nos sentíamos muy locales. Nos movíamos casi siempre en bus y la mamá de Bruno nos hacía chistes que ya conocíamos mejor la ciudad que ella, pues si no tenía carro, no sabía con qué colectivos comunicarse para ir de un lugar a otro.
Faltando tres días me corté el talón con un vidrio en un bar. (Vuelvo a decir aquí que no se porqué salía en sandalias. Otra razón por la que ahora prefiero los tenis) En ese momento no me importó pero al día siguiente no podía caminar y mi hermana me dejaba tirada de a ratos jajaja.
Durante la tarde de nuestro último día nos encontramos con Trisha (Haz click en su nombre para conocer su página), nuestra hermana filipina, que recorre el mundo hace varios años. Ella había vivido con nosotros tres meses en Colombia durante principios del 2013 y ahora estaba en Brasil. Fue un reencuentro muy bonito y sentimental. En la noche tuvimos la mejor despedida que pudimos tener. Fuimos al "Pagode da tia Doca" un sitio nocturno entorno a la Samba. Los músicos tocan y cantan en una mesa que está situada en el centro y todos los asistentes cantan y bailan las canciones alrededor. Un estilo de vivir la Samba que nace y es muy propia de la ciudad.
-Pagode da Tia Doca
Este fue un viaje inolvidable, hermoso y divertido de principio a fin. Tener la oportunidad de alojarnos en un sitio que no era turístico nos permitió conocer mucho de la ciudad. Compartir y tener toda una familia que se preocupaba por nosotras era sencillamente divino. Presenciamos fiestas de cumpleaños de algunos familiares de mi amigo y ver y entender la manera como ellos viven su cultura fue maravilloso. Luci, una tía de Bruno, la mamá de Vanessa, nos hizo un regalo el último día antes de partir, nos dio una carta y un dulce hecho por ella que nos sacó lágrimas. Fernanda, una prima menor de cinco años se burlaba de mi portugués y me enseñaba como pronunciar correctamente. Douglas, Mariah, Veronica, Hipolito, Isis, Janete, Luize, Fagner, Erica, Ricardo, Katia, Vani más todos los que no nombro se convirtieron en nuestra familia Brasilera, aquella que desde aquel abrazo de despedida está siempre en nuestro corazón y soñamos con regresar a visitar muy pronto.
Volvimos a Argentina el día de su final de fútbol con Alemania. A pesar que estábamos ahora en Buenos Aires viviendo la emoción del juego desde el lado de quien está a punto de ganar, mi hermana y yo nos sentíamos tristes. Nuestro corazón tenía la sensación que había dejado una familia atrás que no sabía cuando volvería a ver. Nos costó varios días recuperarnos hasta sentirnos nuevamente sin añoranzas y melancolías.
¿Regresaría a Rio de Janeiro? Sin lugar a dudas. Podría ir no sólo de vacaciones y se que mi hermana siente lo mismo que yo. Es un lugar para conocer y disfrutar con todo lo que incluye, sitios, comida, música, cultura. Lo recomiendo muy exponencialmente para estar no menos de dos semanas.
El contacto con nuestra familia carioca no ha muerto. Constantemente nos comunicamos con ellos y ahora, después de seis años, comprendo que la vida nos abrió puertas y corazones en aquel rincón del mundo para nunca cerrar. Confío que tendré el tiempo necesario para volver sin prisas y seguir disfrutando de mi familia y aquella "cidade maravilhosa" que me llena de "muitas saudades".
Después de esta historia ahora dime tu, ¿te gustaría conocerla y visitarla?, ¿Qué parte llamó más tu atención?, ¿Sueñas tanto como yo en ir a Brasil, aunque sea a otra ciudad?
Ahora yo quiero regresar a Brasil para recorrerlo todo.
Con amor,
Daniela

Dani que emoción, ya quiero ir a Río a disfrutar de esa música maravillosa y a tomar caipirinha 😉😄
Cuántas emociones despiertan en mí tus historias Dani, me place mucho conocer cada uno de esos lugares que has visitado, has despertado en mí el deseo de conocer Río de Janeiro. Tenía una referencia poco atractiva de la ciudad gracias a una película que alguna vez vi y que mostraba mucha delincuencia. Gracias Dani por cambiar ese concepto errado.
Mientras leía podía sentir toda la increíble energía que tiene Rio y sin duda alguna ¡me muero por ir! Y que bonito encontrarse en el camino con personas como Bruno y su Familia❤. ¡me encantó!
Me muero de emoción!!! me sacaste carcajadas y lágrimas en un mismo blog!! Por todo el amor de familia que acompañó ese viaje, puedo decir que es uno de los viajes más hermosos e inolvidables que he hecho en mi vida! Me regresa esa nostalgia recordando a nuestra familia carioca!! Sueño el día en que volvamos a abrazarlos y llevar también de paseo a nuestra familia barranquillera! Te amo hermana. Gracias por esta increíble memoria.