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No tuve miedo de morir

  • Foto del escritor: Daniela Roa
    Daniela Roa
  • 12 nov 2020
  • 8 Min. de lectura

Sin incluir enfermedades, ¿has tenido alguna situación en tu vida que conscientemente te haya llevado a sentir la muerte muy cerca? Algo en que hayas tenido probabilidades reales de morir. Si tu respuesta es "si", ¿cómo la pasaste en ese momento?, ¿qué pensaste?


En la primavera de 2012 me encontraba de viaje con mi universidad. Como ya muchos saben, mi carrera profesional la hice en turismo y hotelería en la ciudad de Buenos Aires y esto me permitió conocer Argentina a lo largo y a lo ancho, tanto culturalmente, como de su geografía y sus paisajes. 

En esa ocasión, recorríamos la región de CUYO: Provincia de Mendoza, San Luis, San Juan y La Rioja.  

-Imagen de Internet.


En este tipo de viajes éramos alrededor de 40 estudiantes que teníamos que crear un paseo de diez días para un grupo de más o menos el mismo número. La materia se llamaba "Taller de Viajes" y en ella debíamos cumplir ciertos requisitos para aprobar. Los paseos incluían excursiones, alojamiento, transporte, comidas y todo tipo de detalles, además, teníamos que venderlo a personas externas para poder llenar el cupo según se hubiese propuesto. Entre quienes estuviésemos cursando nos dividíamos la organización y por grupos de cuatro o cinco integrantes, cargábamos la responsabilidad en ciertos momentos del recorrido. Prácticamente era una aventura en la que una vez pagabas su valor podías quedarte tranquilo que si se te quedaba la billetera en casa no te iba a hacer falta nada, porque hasta meriendas y refrigerios estaban en la lista.


El 3 de octubre para las 4:00 pm estábamos saliendo de capital federal con rumbo a nuestra primera parada, San Rafael, en la provincia de Mendoza. Un sitio mágico por su belleza natural con el "Cañon del Atuel", al lado de la cordillera de los Andes. Ahora, para partir de Buenos Aires fue todo un suceso. Resulta que en Argentina para esos viajes largos por tierra lo más común es hacerlo en buses, o "micros"como le dicen allá, de dos pisos; sin embargo, cuando llegamos a nuestro punto de encuentro había un móvil de una sola planta. Nuestros profesores nos pusieron algo de obstáculos para salir por el modelo de transporte contratado, por lo que los encargados llamaron a la empresa proveedora para ver si era posible realizar el cambio. La respuesta fue negativa y después de eso es cuando finalmente y, "sin éxito”, prendimos motores para dirigirnos a nuestro destino. 


En el viaje visitaríamos la localidad de San Rafael, la ciudad de Mendoza, haríamos el tour por la cordillera de los Andes llegando al Puente del Inca y Valle de Uco; después conoceríamos bodegas vitivinícolas en la provincia de San Juan, y por supuesto, su ciudad capital, posteriormente iríamos a La Rioja, donde estaríamos en el pueblo de Villa Unión, el Parque Nacional Talampaya, el Parque Nacional Ischigualasto o valle de la luna, Merlo en San luis, El Nono en Córdoba y finalmente llegaríamos de nuevo a Buenos Aires. 

Iba a ser un viaje excepcional, inolvidable, con paisajes únicos y sobretodo con una compañía insuperable.  (De hecho así lo fue)


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En esta oportunidad, mi turno como encargada era para el sexto y séptimo día del viaje. Tendría que con mis amigas organizar lo relacionado a la provincia de La Rioja hasta llegar a Merlo en San Luis. Todo estaba muy bien organizado y bajo control, sin embargo, yo tenía mucho miedo. Había experimentado previamente un recorrido del mismo estilo el año anterior que no había salido bien y reprobé. En su momento, aquella situación la afronté con mucha angustia y malestar y definitivamente no quería que se repitiese. Sentía mucha ansiedad por todo lo que resultaría al ser la líder, y gracias a mi alto nivel de perfeccionismo hacia mis responsabilidades, un día antes de tomar el mando, mi cuerpo somatizó mis sentimientos y me enfermé.


Desde la mañana me había levantado con mareos y sin apetito. Ese día salíamos de la ciudad de Mendoza hasta la bodega "Las Marianas" en San Juan para almorzar, recorrer la zona, visitar un centro donde se haría labor social y al final de la tarde viajaríamos a Villa Unión en La Rioja para pasar la noche en aquel lugar. 

Desde San Juan hasta el pueblo son cuatro horas, pero para mi había sido un día eterno con toda la dolencia que cargaba. Habíamos pasado del frío de la cordillera a un calor de 35ºC en menos de medio día. No había comido mucho por el malestar y para las tres de la tarde ya había vomitado varias veces en el baño del transporte. Yo conversaba conmigo misma en mi mente, intentaba tranquilizar mis sentimientos y pensamientos para sentirme mejor. En medio de todo logré calmarme y a pesar del malestar físico me dormí en el trayecto esperando llegar a nuestra dirección. 


Pienso que habrán pasado unas dos horas y media de sueño y descanso cuando de repente me levanté un poco abrumada del ruido tan alto que había a mi alrededor. Era un escándalo incesable lleno de muchos gritos, pasos de personas corriendo de un lado a otro, llanto y conversaciones de angustia.

Yo iba en el ala izquierda del bus, casi al final de la cabina, cerca al baño, por si tenía otro malestar no ensuciara el bus. Estaba recostada a la ventana con mi grueso abrigo que cumplía el papel de almohada. Se me complicaba un poco abrir los ojos por el dolor que aún tenía en mi cabeza cuando en medio de todo por fin entiendo lo que estaba pasando. Nos encontrábamos en una montaña con carretera bastante angosta y la curva que íbamos a pasar era tan cerrada que nuestro transporte no cabía. Si el chofer no maniobraba bien, a la velocidad adecuada y con excesivo cuidado, era muy probable que cayéramos en el abismo desde la montaña alta, o sea, podíamos morir.


Nuestra profesora intentaba calmarnos y aquietarnos. Era de suma importancia que el conductor estuviera tranquilo para poder salir vivos y en el menor tiempo posible de aquella situación. Yo miraba a mis compañeros y todo era miedo, veía por la ventana hacia abajo y no existía el suelo, solo un gran abismo; de repente levanté la cabeza a los lejos y observé el atardecer más bello que hubiesen visto mis ojos. Un lago, la montaña y la luna llena brillando en todo su esplendor, redonda al frente mío, como una pelota que me decía, atrápame y guárdame contigo para siempre. El sol todavía iluminaba, estaba hacia un lado como otro balón dispuesto a que lo utilizáramos para jugar con él. El cielo era una paleta de colores, azul en el medio, morado y rosado a los lados y naranja entrelazado entre blancas nubes que además contrastaban con los rojos y verdes de las paredes de las montañas típicas de la región. Yo me sentía físicamente mal, con fiebre y dolor estomacal, sin embargo, en ese momento lo olvidé y lo que menos pude sentir adentro fue miedo. 


Mi cabeza primero se quedó en blanco apreciando el paisaje, luego, al cabo de unos segundos, vino a mi mente la palabra "gracias", estar ahí era único y la maravilla de ese atardecer ante mis ojos no la había tenido en ningún otro lugar. Si me moría en ese momento no quería tener miedo y, por el contrario, quedarme con los recuerdos de todo lo bueno que alguna vez me había sucedido. No le quitaba la mirada al imponente horizonte que tenía al frente mientras recordaba millones de momentos en los que había sido muy feliz. Espabilaba cada dos segundos pues alguna vez escuché que esa acción era como tomar fotos que se guardan en el cerebro, y siendo verdad o mentira, preferí no tomar el riesgo de olvidar aquello que estaba viendo en ese instante y sacar miles de fotos para la memoria que, si salía de esa, sólo yo podría recordar.

Hoy, tengo esa imagen tan viva en mi que es como si la estuviese viendo en directo cada vez que evoco el episodio.


Respiraba profundo, me impresionaba de manera tranquila cuando veía el poco espacio que tenía la carretera en ese lugar. Me aislé de los ruidos de mi alrededor, que ya eran menores gracias a los consejos de nuestra gran profesora, y, entré en meditación. El silencio me acompañó por un par de minutos mientras volvía a agradecer, entretanto, nos mandaba energía positiva para salir de aquello, pues aunque no tuviese miedo, definitivamente, no quería morir. 


Al cabo de varios minutos y andando muy lentamente salimos de la gran curva. La energía del ambiente se calmó, los gritos cesaron y ya no se oían llantos. Pudimos continuar nuestra ruta y a los 15 minutos encontrarnos con un túnel en donde pasamos sin problemas, sin embargo, del techo del bus al del corredor solo existían alrededor de 30 cm de diferencia. En ese momento me acordé que “íbamos en el micro que no era el indicado para esa clase de viajes”, y entonces, con la boca abierta en mi mente supe que era tan indicado y perfecto para nosotros que si hubiésemos viajado en un bus de dos pisos no hubiéramos superado la primera situación y por lo tanto ni siquiera hubiéramos llegado a la segunda.


Al llegar al hotel en Villa Unión reía sola y pensaba: "En menos de 30 minutos estuvimos en dos hazañas que pusieron en peligro nuestra vida en la tierra y aún así ahí estábamos todos, vivos, ilesos y siguiendo la ruta como se había pensado desde un inicio y como si nada hubiese pasado".


En el norte argentino muchas de las vías terrestres son frágiles, está bien construida la carretera pero no tienen puntos de servicios en Kms de distancia. Son de un solo carril, a veces el mismo para la ida y la venida, y esa característica es mucho más notoria cuando te estás comunicando entre localidades que no son principales, como lo era en nuestro caso. La mayoría de estos sitios están alejados en medio de la montaña, por lo que se sitúan en laderas llenas de curvas y abismos. Son paisajes impresionantes, divinos y definitivamente valen el ir a verlos, pero siempre hay que tener cuidado con el trayecto a elegir y la forma como lo estás haciendo. A nosotros nos dejó una gran enseñanza en cuestión de profesión, y en lo personal, en materia de vida.


¿Cómo afrontamos generalmente las situaciones en las que nos sentimos en peligro?, ¿con más miedo del que naturalmente ya produce?, ¿o con paz y tranquilidad permitiendo al destino actuar?...¿Por qué reaccioné yo de esa manera? Siempre lo he pensado, así tan tranquila... ¿Tal vez por mi enfermedad que me tenía con la energía abajo y por lo tanto no sentía ganas de gritar?, ¿O a lo mejor porque mi alma ya sabía que el momento no iba a trascender a abandonar esta experiencia en la que estoy actualmente? Todavía tengo algunos interrogantes de esa ocasión además de seguir pensando que mis compañeros por dejarse ganar del miedo se perdieron de tremendo espectáculo que se nos estaba regalando en cámara lenta.


Nuestro viaje terminó muy bien, después de esos percances los grupos que seguíamos nos aseguramos de revisar la conformidad de nuestros caminos para no tener ninguna situación parecida nuevamente. Al día siguiente de todo el suceso me levanté con fuerzas para tomar el liderazgo y fueron unos días fantásticos, además que mi grupo y yo, aprobamos la materia.


Vivimos el encanto de meditar en el valle de la luna con la excursión de medianoche y recorrimos castillos y museos con características únicas en su clase. Fue un viaje inolvidable, como casi todos los que hago, porque es que al final de cuentas cada uno trae consigo condiciones singulares que los hacen fascinantes y memorables.


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Finalmente, creo que siempre tenemos dos caminos para vivir cada cosa que se nos presenta: desde el miedo o desde el amor, ¿Cuál eliges tu?....

¡Cuéntame si has estado en algún evento con la sensación de que vas a morir pero aún así no poder hacer nada para cambiarlo y simplemente dejarlo al destino!


¡Te leo!


Con amor,

Daniela

6 Comments


daniroacape16
Dec 04, 2020

Qué lindo Hei! De eso se trata la vida! De enfocarnos en lo bueno que nos pasa y hemos vivido 🧡

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Heidy Rivera Mass
Heidy Rivera Mass
Dec 03, 2020

La tuve en un lugar no muy bonito de mencionar, pero si al igual que tú me enfoqué solo en recordar los mejores momentos de mi, pensar en las personas que más amo en esta vida y las que no están.

Recordé mi infancia y adolescencia que viví intensamente y le pedí a mi Dios que cuidara de mis hijos si ese día no volvería estar más con ellos.


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daniroacape16
Nov 14, 2020

Wow! Que historias más increíbles!!! Auro y Andre, me han dejado con la boca abierta! Definitivamente todos tenemos experiencias e historias por contar... y cuando lo hacemos creo que la vida es más linda porque nos hacemos conscientes de todo lo que hemos vivido y la cantidad de oportunidades que diariamente nos son brindadas y por lo tanto terminan llevándonos a vivir en constante gratitud... les mando un abrazo!!

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Aurora Méndez Del Valle
Aurora Méndez Del Valle
Nov 14, 2020

Dani que gran experiencia no me imagino en esa situación, gracias a Dios tú reacción fue de guardar la calma y pedir que todo saliera de manera favorable. Yo he vivido el temor a morir de manera consiente e inconsciente algo raro pero cierto. Mí experiencia más reciente de sentir temor a morir la viví de manera inconsciente «yo dormía» mientras dormía soñaba que mi esposo y yo íbamos en nuestro carro de paseo, en el camino apreciaba que a mí derecha habían muchos árboles y a la izquierda sólo una enorme pared de una montaña que íbamos subiendo, cuando el carro tomó línea recta nos damos cuenta que la carretera llega a su fin, lo que seguía era un…

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Andrea Roa
Andrea Roa
Nov 13, 2020

siiiii! me hiciste recordar un vuelo de Seul o Hong Kong en el que no pudimos aterrizar porque en HK había una tormenta eléctrica super fuerte. Nos toco sobrevolar por 1 hora bajo la tormenta con una turbulencia extrema que sin duda alguna te hacia pensar que podrías morir. Toda la gente del vuelo gritaba y lloraba, bebés llorando y gritando; no se veía absolutamente nada por la ventanilla del avión, literalmente me sentía en una película. No puedo negar que los primeros minutos sentí miedo de morir, pero luego pedí asistencia a mis ángeles y me invadió una paz extrema que de hecho me hicieron pensar "si muero ahora, muero feliz porque estoy haciendo una de las cosas que…

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